viernes, 2 de octubre de 2009

El chico de las 5 rupias

Mantener el propósito que hicimos en el anterior post no resulta tan fácil como creíamos, pero un intento de ser fieles a nosotros mismos vamos a seguir intentándolo. Así que empezamos con una historia bonita que desde que pasó, nos viene dando fuerza, en esta zona de turismo duro. Eso sí, para ello vamos a saltarnos el orden cronológico en el que hemos visitado las diferentes ciudades, pero ése, creemos, es un detalle menor…

Hace aproximadamente 6 días dejamos nuestro hotel de Jodhpur a las 10 de la noche para coger un tren rumbo a Jaisalmer, una ciudad más al oeste del Rajastán y cercana a la frontera con Pakistán. Habíamos pasado dos noches en aquella ciudad, con un fuerte espectacular lleno de historias y totalmente imperdible, un bazar enorme en el que encontrar de todo, dos palacios reales y… varios momentos que calificaremos como desagradables. La verdad es que hasta ese momento veníamos algo dudosos respecto al país, principalmente por los hábitos y conductas de los locales, pero en Jodhpur llegamos al límite y nos planteamos un abandono definitivo de India. El fuerte conquistó una parte importante de nosotros, pero lo que realmente nos ganó fue un indio de no más de 25 años. Volviendo al relato, íbamos camino a la estación de tren en un autorickshaw, cuyo precio cerramos a base de un insistente regateo (aquí no puede ser de otra forma) y al llegar, no teníamos cambio. La vuelta era una cantidad mínima, pero revueltos como estábamos decidimos buscar cambio (el señor conductor ni inmutarse, está claro que se quedan con la vuelta). Un par de personas a las que pedimos nos dijeron que no tenían (ni amago de buscar) y un chico que estaba comiendo algo en un puestito nos preguntó qué necesitábamos, le contestamos y acto seguido nos dio la monedita que faltaba para hacer el precio exacto. No nos dio cambio si no las rupias que redondeaban el coste del trayecto. Miró nuestra cara de sorpresa y nos dijo “Just remember me”. Desde ese día, todo lo bueno del pueblo indio lo encarna aquel chico, del que inevitablemente siempre nos acordaremos. Y desde hace más o menos una semana, cuando el agobio se hace mayúsculo, volvemos a ese momento, volvemos al chico de las 5 rupias.


Vista del fuerte desde la terraza del hotel


Interior del fuerte de Jodhpur


Bazar de Jodhpur


Torre del reloj de Jodhpur


De compras por el bazar

Para repasar todo lo que nos hemos atrasado estos días os resumimos la ruta: De Chittorgarh a Udaipur-Mount Abu-Jodhpur-Jaisalmer-Desierto de Thar.

Udaipur, hasta el momento es una de nuestras ciudades favoritas del Rajastán, por su paisaje deslumbrante, su vida, su templo a Krishna (encajado al milímetro), sus azoteas-restaurante de vistas infinitas (las primeras de nuestro recorrido), sus tienditas, nuestro recepcionista (el hermano indio de Adrien Brody), esa campanita diaria que acompaña a las ofrendas y por las danzas tributo a la diosa Parvati (esposa de Shiva) que vimos por primea vez allí y después en otras ciudades.


Calle de Udaipur desde una terraza


Templo para honrar a Kishna


Udaipur desde la otra orilla del lago



Un elefante, una vaca, un perro y un indio paseando por Udaipur


Bruno haciéndose un corte indio


Danzas para honrar a la diosa Parvati, mujer de Shiva

La siguiente parada, Mount Abu o el Levante rajastaní, la ciudad de veraneo de los indios de esta zona. Su único atractivo es el lago en el que se puede pasear en un pedaló con forma de cisne(sí, a la mayoría de vosotros os hubiera encantado) y lo que para nosotros es el rey de la comida india y que descubrimos allí, el thaliiiiiiii!!!!! El invento en resumen es éste: un plato de metal grande (que se llama thali) con varios platitos dentro en los que te ponen diferentes curries, te sirven arroz, famosas, pakoras, algo dulce y pan chapati, y según se te va acabando te van sacando más. No tiene fin, te sirven y te sirven hasta que ya no puedes más. Un montón de sabores, lenteja, guisante, pimiento, tomate, curry, ajo, cebolla… que vas envolviendo en tu chapati. Eso sí, sin cubiertos y con una sola mano. Un arte! Y poca cosa más, además de nuevas danzas a Parvati, la ciudad nos dejó bastante fríos así que pusimos rumbo a Jodhpur. Viajamos en un autobús asfixiante en lo que fue un viaje del infierno por muchos motivos pero sobre todo por su duración, 300 km en 10 horas.


Vista del lago, pena que no se vea el cisne


Dos thalis


Puesto de zapatos en el bazar

Tras un par de días en Jodhpur (perdón por habernos saltado el orden antes!!) nos fuimos a Jaisalmer en nuestro querido tren-litera nocturno. Como unos reyes, si no fuera porque llevábamos la ventana abierta al pasar por el desierto de Thar. Muy bien pensado por nuestra parte, la nuestra era la única y logramos llenar todo el vagón de arena, haciéndolo así irrespirable. Cuatro y media de la mañana, llegada a la estación y asalto literal de todos los hoteleros de la ciudad. Terminamos recurriendo a “la parte contratante de la primera parte es igual a la parte contratante de la primera parte”, a ver si a base de repetirlo se iban. Y funcionó…un poco. Finalmente, nos decidimos por uno de los transportes y nos llevó a su hotel, del que ya nos habíamos informado en la guía. Al principio resultó algo decepcionante pero por la mañana, después de descansar, lo vimos con mejores ojos y nos lo quedamos. Fue nuestra base para los 2 días que pasamos allí.

La ciudad cuenta con otro fuerte, en este caso uno que parece un castillo de arena playero, pero lo mejor de ella fue llegar el momento adecuado, exactamente el único día del año en que el maharajá de Jaisalmer, llega con su comitiva de caballos, camellos y nobles de la ciudad, y se sienta en el trono exterior del palacio. Grande! El día siguiente lo pasamos entre el bazar, triunfando menos que más, otro magnífico thali, gestiones varias y preparativos para la turistada del día siguiente: safari de camellos con noche en el desierto.


El castillo de arena de Jaisalmer


Parte del séquito del maharajá


Maharajá y nobles

6 turistas, 4 guías y 8 camellos, acompañados de un calor infinito, agua mineral a 98℃ , cacerolas, mantas (para mantel y colchón, las mismas) y dolor de culo y partes varias. Todo amenizado por una refrescante noche con dunas, canciones locales y estrellas, muchas estrellas. Recomendable una vez, irrepetible dos.


Bruno sobre su camello Lalu


Marta sobre nano camello Kalhu


Todos


Poniéndose el sol en las dunas


Camas, mantas y manteles.

Como dicen por aquí los turistas “India te cautiva para siempre o te horroriza y sales corriendo”. En nuestro caso, también te puedes quedar en medio.

Beso grande,
Bruno y Marta

PD: Y un beso muy gigante para un sol sin el que nuestras vidas no serían para nada iguales. Muchas gracias, Mery!!!

2 comentarios:

  1. Por fin puedo ver vuestro blog.
    Es lo bueno de no tener que ir a trabajar el lunes.
    Que bueno chicos, como me alegro de vuestro viaje.
    Un besazo muy grande.

    Silvia (exKitchen)

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  2. Gracias por compartir sus vivencias y por hacerlo de tan sabia menera, suficiente como para cautivarnos, pero sin esa descripcion compulsiva en la que jamas lograriamos duplicar sus sentimientos. Gracias y fuerzas

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