viernes, 2 de abril de 2010

Post 1: Fin de Camboya y Tailandia

Sí, en esa visita al mar por fin pudimos disfrutar de días de sol. Sihanoukville, situada al sur de Camboya, es la zona de playa por excelencia del país. Nos alojamos en Serendipity Beach, el lado donde la fiesta no tiene fin y la música no te deja dormir. Eso nos dijeron. Nosotros no íbamos en ese plan fiesta “dame-tres-vasos-más-de-petróleo-con-hielo-que-me-los-bebo-de-trago” y menos mal, porque, excepto un par de bares con algo de ambientillo, la cosa estaba muy muy tranquila. Vamos que si eso es fiesta, mejor ir a comer pipas a una plaza.

Así que nos dedicamos a la playa con su vuelta y vuelta, su “vamos a nadar un rato”, y su “me tomo un cervecita de barril Angkor mientras veo atardecer en esta tumbona”. Relajados y ya por fin tostándonos. Yuju! Y para reponer fuerzas, barbacoa de barracuda todas las noches. Con un poquito de color en la piel y el gafe solar desmontado, continuamos nuestra ruta. Un día comprando una de las mejores pimientas del mundo en Kampot, y otro día en un hotel de ricos con piscina nocturna en Kep, fueron el preámbulo a nuestra vuelta a la capital del reino.

Cerveza en la playa

En busca de la famosa pimienta

Atarcede en Kep

Como ya casi teníamos Phnom Penh totalmente visitado nos fuimos de compras. El mercado ruso, en realidad una puestera de él, se quedó con nuestro capital a cambio de kramas, kramas y más kramas. Con la mochila llena de pañuelos típicos, terminamos los últimos preparativos para ir al norte, más precisamente a un lago en Rattanakiri.

Empujados por lo que habíamos leído sobre la zona, concretamente sobre su lago volcánico, con la ilusión, nos subimos a un autobús con un trayecto infinito. Horas, horas y más horas, todas las del día para recorrer 600 kilómetros. Arrancar, parar, subir gente, parar a los 300 metros, bajar 2, seguir la ruta, parar a la hora para desayunar, continuar, parar a los 10 minutos a hacer pis, volver a salir, recorrer 20 kilómetros, parar a comer… y así durante 12 horas. Pero llegamos. El polvo rojo del camino hasta en los huesos, tierra roja. Tras descansar de la larga jornada, nos pusimos en marcha con la alegría al lago volcánico. Pero no. Sí, pero no. Un lago enorme dentro de un parque natural, bonito, mucho, pero de volcánico tendrá su historia porque ni rastro de azufre ni de nada que se le parezca. Del lago a unas cascadas escondidas al final de un camino de kilómetros de tierra y pozos, muy chulas, y después paseo en moto por las 5 calles del pueblo. Un día y dos noches fueron suficientes para conocer el noreste de Camboya y llevarnos un recuerdo imborrable, el polvo rojo que cubre cada rincón de nuestras mochilas y parece destinado seguir ahí por el resto de los días.

El polvo rojo de Rattanakiri


Lago volcánico... o no?

Nada


También nada


Viajando en familia por Rattanakiri

A la mañana siguiente cogimos un bus rumbo a la joya de Camboya, Siem Reap. Por la experiencia del viaje anterior sabíamos que no iban a ser todo comodidades, pero nunca esperamos vernos obligados a visitar más a fondo un restaurante de carrera que el propio Ankor Wat. Sí, en medio de nuestro viaje infinito nos dijeron que nosotros dos y un japonés, teníamos que cambiar de bus, que esperáramos ahí que ya nos pasarían a buscar. Y esperamos, vaya si esperamos, 4 horas después un bus con destino a Siem Reap hacía su parada para que el conductor y los pasajeros comieran sopa de noodles, fried rice, o un puñado de grillos sobredimensionados. Todo parecía encaminado hasta que el conductor nos dijo que si queríamos viajar con él le teníamos que pagar 5 U$S cada uno. Que no pagamos más, que no los llevo, que nos parapetamos en el bus, que me pagues, que me parapeto, que hago una reunión con todos los pasajeros, que sigo parapetado, mejor los llevamos, mejor nos llevas. En tres horas en Siem Reap, ganamos!!!

Por la mañana recuperados del trayecto, nos subimos a unas bicicletas y tras 10 kilómetros llegamos al mayor complejo de templos budistas del universo entero, o lo que queda de ellos. Con más de 50 templos en ruinas, este lugar es totalmente inabarcable, por eso en los tres días que le dedicamos intentamos visitar los “greatest hits”, y no sabemos si llegamos a ver el 20%. Imperdible el Angkor Wat, el templo de las caras que miran para abajo, el templo invadido por los árboles, la terraza de los elefantes... Un complejo enorme lleno de historia de más de mil años, en estado triturado debido al paso del tiempo y la fuerza de la naturaleza. En definitiva piedras, muchas piedras que muestran un pedacito de lo que en algún momento debió haber sido un sitio majestuoso. Consejo para siguientes viajeros, vayan con guía, o quédense a medias como nosotros.

Inmenso Angkor Wat

Relieves en el interior del Angkor Wat

Monjes en los alrededores

Observando

El paso del tiempo en Siem Reap

Templo casi intacto

Tres días y 80 kilómetros de bici después salimos de Camboya y entramos en Tailandia en busca de primer mundo, sol y mar. Encontramos sol y mar.

Ko Phangan. Vista desde la habitación

Playaza de Ko Phangan

Vuelta y vuelta

El resumen de Tailandia es: unos días en Bangkok esperando el visado para Myanmar, que aprovechamos para comprar algunas muy cosillas necesarias como libros e hisopos, ver unos combates de Muay Thai, vagar por la bella Khao San y festejar el año nuevo chino; tumbarnos vuelta y vuelta primero en Ko Phangan y después en Ko Samui con rasurado de pelo incluido; un viaje relámpago a Malasia entre cada isla para renovar visado; paso por Chiang Mai para volver a fracasar con un traje y vuelta a Bangkok para volar a Yangón.

El barrio chino en fiestas

¡Feliz año del tigre!

Chinatown


Combate femenino de Muay thai

Playa de Ko Samui

Sin pelo

Otra playa de Ko Samui

Inciensos gigantes en Chinag Mai

Tienda de sombrillas

Myanmar merece ser tratado aparte, así que os lo contamos en el post 2.

Beso grande,

Bruno y Marta

1 comentario:

  1. Hola Martita!
    Jode, que envidia!
    Ya me gustaría estar por ahí... Yo estoy a punto de explotar, esperando. Ya te avisaré cuando nazca...
    Un besazo,

    Larraitz

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