lunes, 21 de septiembre de 2009

Desde India

La premisa para los próximos post será contar sólo las cosas buenas, lindas, ricas y agradables de la India.

Llegamos a Delhi muy temprano por la mañana, taxi al hotel, búsqueda de tickets para ir a Agra, dormir hasta el día siguiente y abandonar la ciudad.

Primera experiencia con los trenes indios muy positiva, aunque con un intento de carterismo descubierto a tiempo, y en 5 horas en Agra. La llegada al hotel, facilita (lo primero fácil desde que aterrizamos en India) y la habitación, limpia, espaciosa y normal. Ese mismo día fuimos a ver el “Baby Taj Mahal” y el atardecer en la parte trasera del Taj Mahal, cuya belleza logró compensar lo asquerosamente desagradable de Delhi. Y eso que era muy difícil.


Baby Taj Mahal. Anterior al Taj


Atardecer en el Taj Mahal

Al día siguiente lo típico, entramos al Taj Mahal. Lo típico para ellos, cabritos, que lo pueden disfrutar todos los días y no tienen que conformarse con verlo sólo un ratito. Todos los adjetivos para describirlo se quedan cortos. Hay que verlo! Y de ahí, al Fort Agra. Un fuerte de arenisca roja muy lindo, súper interesante en cuanto a historia y, lo mejor de todo, con una vista genial del Taj Mahal.


Taj Mahal


Indios caminando por el Taj


Fuerte de Agra


Una de las ventanitas que da al Taj


Además de los obligados monumentos de la ciudad, en Agra descubrimos el festival de colores del pueblo indio, el de las mujeres principalmente. Y también los olores, los buenos (no los de la estación de tren), los de comida, con el curry como principal representante.

La verdad es que fuimos realmente afortunados, uno por ver lo que vimos, y dos por no haber muerto en el autorickshaw que contratamos para los dos días. Entre las vacas que se tumban en la carretera y la imposiblidad de los indios para conducir por el carril que les corresponde, el autorickshaw era más bien un “auto-risk-show”.


Vacas en medio de la calle


Transporte

Agra ya nos había mostrado todo lo que creíamos que tenía y debíamos enfrentarnos a la segunda experiencia ferroviaria india. Un viaje en clase sleeper, la básica, la que utilizan los indios, de 11 horas. Próximo destino, Bundi.

El tren resultó mucho más llevadero de lo que esperábamos que fuera. De hecho, un viaje normal, durmiendo en literas no sucias aunque un pelín duras, con compañeros que no roncaban.

Llegamos a las 7 de la mañana y nos encontramos con una pequeña ciudad llena de vacas, cerdos y cabras. Nos instalamos en una haveli , una residencia tradicional muy ornamentada, desde la que veíamos el imponente palacio y el fuerte que custodian Bundi (gracias Ainara por la recomendación hotelera!). Tras una “breve siesta” para recuperarnos del viaje, subimos al palacio. Los años que pasó cerrado lo dejaron un poco lastimado, pero aún conserva algo de su encanto en su interior y toda su magia en su indescriptible estructura. Entrando por la fantástica puerta del elefante llegas a un patio desde el que se accede a los diferentes niveles mediante laberínticos pasadizos. A través de ellos se puede acceder a las salas que todavía mantienen algunos restos, como la de espejos con murales pintados, otra con imágenes de Krishna, otra con el trono… Pero lo que realmente destaca es su exterior, visto desde la ciudad es majestuoso y la ciudad vista desde cualquiera de sus balcones se convierte en cautivadora.


El palacio desde el fuerte


Puerta del Elefante


Bundi desde arriba


Más Bundi desde arriba


Una terraza del palacio


La idea era quedarnos dos días paseando entre las casas pintadas del azul de los brahmanes, los cientos de templos, el bazar y los baoris, esa mezcla extraña de embalse, pozo y baño público, pero nos terminamos quedando cuatro gracias al Sr. Sharma. Un médico ayurvédico, lo que viene a ser un naturista. No disponemos de ninguna foto de este hombre ni de su inquietante sonrisa, un gesto entre “qué doctor tan fiable y con tanto conocimiento” y “oh, Dios mío, no tiene ni idea, nos va a lesionar para siempre”, pero sí de su clínica. Ésta no promete mucho, pero lo cierto es que nos ayudó a aliviar unos dolores lumbares (qué abuelos!) con su tratamiento a base de hierbas/acelgas envueltas en pañuelos y calor. Lo consiguió en sólo 3 sesiones que cerró con “¿sois de la lonely planet, vais a escribir sobre mí en la guía?” Un personajillo.


Casa azul


Consulta del Dr.

Muscularmente recuperados, dejamos Bundi y cogimos un tren rumbo a Udaipur haciendo una breve parada en Chittorgarh, más conocida como Chittor.

Allí visitamos el fuerte más grande del Rajastán con unos 5 kilómetros de perímetro. Inmenso. Gracias a nuestro hennajenado rickshawquero pudimos recorrer la totalidad de esta mini ciudad en la que cada palacio, templo, edificio y piedra cuenta los ideales del pueblo rajputa. Como ejemplo de ello les dejamos una foto con la historia de Padmini, porque contarla sería muy largo.


Fuerte Chittor


Fuerte Chittor


Fuerte Chittor


Pabellón donde estaba Padmini (a leer la historia)


Historia de Padmini y el fuerte de Chittor

5 horas después salimos para Udaipur, en un tren de segunda clase, pero eso en el próximo post.

Besos enormes!
Bruno y Marta.

2 comentarios:

  1. Joe Marta!

    Qué recuerdos!

    Un besazo y sigue disfrutando!

    muuuaaa

    larraitz

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  2. que linda es la vida, si es vivida....no?

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