miércoles, 20 de enero de 2010

Oh, Vietnam!


Hemos pasado casi un mes en este país y sólo podemos decir que es muy muy fantástico. El norte, el sur y lo que queda en medio.

Llegamos hacia finales de diciembre (perdón por el retraso) y nuestra primera parada fue la capital, Hanoi. Nos ubicamos cerca del lago, que hace las veces de centro y punto de referencia para moverse por la ciudad, y que tiene una historia sobre una tortuga gigante y dorada que, en el siglo XV, robó la espada mágica con que el emperador expulsó a los chinos, desapareciendo con ella en las profundidades. Se supone que ahora viven tortugas gigantes en el lago, pero la realidad es que no se ve ninguna desde 2006.


El lago

Una vez instalados arrancamos a descubrir la ciudad. Entre los lugares más impactantes están la prisión en la que detuvieron a los americanos en la guerra, previamente construida por los franceses durante la colonización; el mausoleo de Ho Chi Minh, momia incluida, al que no pudimos acceder porque justo ese día estaba cerrado, y su museo, reflejo de la adoración que sienten los vietnamitas por el “tío Ho”; el tempo de la literatura, uno de nuestros primeros encuentros con los templos estilo chino, demasiado complejos para nuestra incultura budista. Y aquí empezó, con una serpiente de por medio, el descubrimiento de la gastronomía vietnamita.


Calle de Ha Noi


Prisión Hoa Lo


Catedral


Mausoleo del Tío Ho


Pagoda sobre columnas


Templo de la Literatura


Comiendo en Ha Noi


Serpiente con pimientos y lemon grass

Desde esta ciudad pusimos rumbo a las tierras del norte, concretamente a Sapa, para terminar y empezar el año.

A 3 kilómetros de China, entre montañas y una niebla perpetua, se encuentra un pueblo encantador llenos de “minorías étnicas”. Un mercado, un comedor al aire (frío) libre, un pueblo museo la lado, mucha ropa tintada a mano y más mujeres vestidas con el traje típico. Y rosas. Así, felizmente atrapados entre nubes bajas y temperaturas inexistentes dimos la bienvenida a 2010, cinco, seis o nueve horas antes que el resto, en un bar inundado de extranjeros y un par de representantes locales. Como pasó en Nochebuena, estas fiestas no las viven muy intensamente por aquí. No importó, brindamos todos por el año nuevo cerveza en mano, nosotros agarrados a nuestra Larue.


Mujeres de Sapa entre la niebla


Paseando por la plaza


Entrada al mercado de comida


Patio de comida del mercado



Ropa cosida y tintada a mano


Las montañas del norte


Calle de Sapa


Primera foto del año


Mujeres con su mercadería

Y con el año recién inaugurado nos fuimos en busca de playa a pintarnos un poco la piel. Destino, la increíble (según vimos en fotos) bahía de Halong. Resultado de la visita, el de siempre que vamos a la costa, lluvia. Con el espíritu un poco tocado por este revés, encontramos la alternativa perfecta, Ninh Binh. Un pueblo a unos 100 kilómetros al sur de Hanoi con las mismas formaciones rocosas que la bahía Halong pero en lugar de sobre el mar, sobre una especie de río y bancales de arroz. Viajamos por el río en una barca con dos remeros autóctonos, atravesando por debajo 2 grutas, en un paisaje espectacular. Inevitable el momento surrealista de los barqueros intentando vendernos con bastante insistencia manteles, camisetas. Como estábamos en el medio del río, con una travesía de 30 minutos por delante, decidimos que era una buena idea comprar una bolsita de tela bordada, bastante fea, pero que transporta nuestro amado rollo de papel higiénico en óptimas condiciones. Después del paseo en barca, recorrimos unos templos cercanos y acabamos en una pagoda a quinientos escalones sobre el nivel del pueblo, con un dragón súper maravilloso, de varios metros de largo, construido en la roca. Un día agotador que sólo podía terminar con una comida copiosa y lugareña: rollitos primavera, verdura salteada, arroz al vapor, y carne de pollo y cerdo que nos hacíamos nosotros mismos en una parrillita; todo acompañado por bien de salsa de soja.


Surcando el rio


Desde una de las grutas


Vendedoras al final del camino


El templo en lo alto


Desde el templo de los 500 escalones


Cena

Al día siguiente, compramos una zapatillas por dos euros, recorrimos el pueblo e hicimos tiempo para tomar el primer sleeping bus del viaje hacia Hué. Y lo primero que guardamos es el autobús! Tres hileras de literas y pies descalzos para subir. Puede parecer cómodo, pero lo cierto es que íbamos semi-acostados y con las piernas dentro de un sarcofaguito que hacía de reposacabezas del de delante. Para ver.


Autobús de literas

Hué quedará como la ciudad de Vietnam en la que nos encontramos con caras conocidas, con amigos de Madrid. Rocío y Gus, qué gusto, por fin! Por lo demás, la ciudad destaca por haber sido capital religiosa y política durante más de cien años por lo que tiene una grandísima (y arrasada por al guerra) ciudadela en la que vivía el emperador y su familia y muchas pagodas y tumbas. Estas últimas arquitectónicamente fantásticas, sobre todo las segundas. Otro dato importante de Hué es que nos demostró que los Reyes de Oriente llegan a todas partes, ya que hasta allí fueron para dejarnos regalos. Mágico.


Acceso a la ciudadela


Puesto de Pho Bo (sopa con carne)


En la pagoda Thien Mu


Tumba de Minh Mang

Siguiente parada…Hoi An!! Qué ciudad!! Situada en el centro de Vietnam ha sido todo un descubrimiento, tanto que fue el lugar donde más tiempo estuvimos. Tras una búsqueda de alojamiento un tanto complicada, nos quedamos en un hotel con todas las comodidades y piscina, para poder empezar el cumple de Bruno al día siguiente con un chapuzón. Y así lo hicimos.

Los días allí pasaron tranquilos, disfrutando de la belleza de la ciudad, el paseo junto al río, la comida y las copas. La comida…qué decir. Las especialidades son cao lau (un tipo de fideos), wonton (no sabemos explicarlo) y white rose (una gambita envuelta en una fina capa como de gelatina; sólo la cocina una familia en toda la ciudad y guardan muy bien el secreto), pero todo lo que hay está exquisito. Tanto que hicimos allí un curso de cocina. Lo que aprendimos a cocinar: rollitos de cerdo, sopa de cangrejo, cao lau y pescado con cinco especias…mmmmmm!

Y además esta ciudad es la indicada para hacerse trajes, hay sastrerías por todas partes, baratas y muy rápidas. Pero no pudo ser. Llegamos diseño (robado) en mano, modelo presente y un día y medio para fabricarlo. Pero a la tercera prueba se rindieron, no pudieron hacer lo que les pedidos y nos devolvieron los dongs que habíamos pagado. Definitivamente, juntan telas, pero no hacen trajes.


Nuestra carpa favorita de comida


Los tres platos típicos de Hoi An


Por la calle


Barca de la Playa de China


Río saliendo de Hoi An


Una de las asambleas de la ciudad


El Puente Japonés


Paseando por el río


El río


Friendo los rollitos


Con la sopa de cangrejo


Ingredientes y apuntes

Las montañas de mármol. Están a unos 20 kilómetros de Hoi An , una breve distancia en moto si no fuera por la conducción ligeramente temeraria de los vietnamitas. Estas rocas gigantes, que miran a la playa de China, guardan en su interior cuevas con santuarios gigantes. Su piedra se utiliza para hacer figuras de mármol de todos los tipos.


Haciendo ofrendas de incienso


Dentro de las Montañas de Mármol


Templo en las Montañas

Con el estómago alimentado y el espíritu muy lleno, volvimos a intentarlo, nos fuimos a la playa de nuevo. Pero esto lo dejamos para el próximo capítulo.

Beso grande,
Bruno y Marta

PD: Y como 20 de enero no podíamos olvidar el día de San Sebastián y el sonido de sus tambores. El año que viene estaremos allí para celebrarlo!

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